Cuando la propaganda se convierte en desvergüenza

El silencio de la prensa establecida sobre las últimas revelaciones de WikiLeaks acerca del dudoso ataque químico de abril de 2018 en Siria, ha sido revelador

A principios de abril de 2018 las fuerzas gubernamentales sirias estaban concluyendo la operación de cerco para retomar el control de la zona de Guta oriental, en los suburbios de Damasco. Controlada por el grupo Jaish al Islam, la zona estaba a punto de rendirse. Fue entonces cuando Jaish al Islam denunció que el lugar había sido objeto de un ataque con armas químicas a manos de las fuerzas gubernamentales el 7 de abril. Dos presuntas organizaciones no gubernamentales, los White Helmets (Cascos blancos) y la Syrian-American Medical Society, se encargaron de aportar el grueso de las supuestas pruebas.

Scott Ritter uno de los mayores expertos internacionales en control e inspección de armas (entre 1991 y 1998 fue el inspector jefe de la misión de la ONU que buscaba las armas de Sadam Hussein en Irak) define como “mas bien propaganda anti-régimen” la labor de ambas organizaciones, formadas y financiadas por potencias occidentales en Siria. Afirmaban que se había producido un ataque químico desde aviones gubernamentales sirios que produjo 43 víctimas civiles. Videos con niños echando espuma por la boca fueron profusamente divulgados. “El ataque representa una escalada significativa en el uso de armas químicas por ese régimen terrible”, dijo Trump. Sin mediar investigación, fuerzas americanas, francesas y británicas bombardearon la noche del 13 al 14 de abril diversas infraestructuras sirias.

En agosto de 2013, el escenario fue parecido, en el mismo lugar: un ataque atribuido al gobierno sirio que dejó 200 muertos, pocos días después de que el entonces Presidente Obama declarase el uso de armas químicas como la “línea roja” que determinaría su intervención militar en Siria.

Entre 2013 y 2018, grandes medios de comunicación occidentales han informado de por lo menos dos centenares de ataques con sustancias químicas en Siria atribuidos a los gubernamentales. Los mismos medios han informado periódicamente de graves éxodos humanos y perjuicios a la población civil cuando las tropas gubernamentales, ayudadas por rusos e iraníes, conseguían avances militares. Sucedió con Alepo y ahora se repite en Idleb. Sin embargo, cuando eran las tropas yihadistas, apoyadas por los estados del golfo y los servicios de inteligencia occidentales, o directamente en los casos de grandes ofensivas de las tropas de Estados Unidos, como en Mosul, esos mismos éxodos y desastres humanitarios con civiles, no eran noticia. Es una conducta típica de la propaganda en todas las guerras.

Esta propaganda se convierte en desvergüenza cuando se suceden los indicios de una escenificación en toda regla y los medios de comunicación mantienen un silencio total al respecto. Ese ha sido precisamente el caso de la serie de filtraciones de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) divulgadas este diciembre por WikiLeaks.

Las filtraciones aireadas por el portal que fundó Julian Assange, escandalosamente encarcelado preventivamente en una cárcel de alta seguridad inglesa a la espera de un proceso de extradición a Estados Unidos tras una década de persecución y hostigamiento que culminará en febrero, demuestran claramente que los informes que la OPAQ elaboró sobre el ataque de Guta Oriental de abril de 2018, fueron manipulados, omitieron aspectos fundamentales y contienen contradicciones mayores con el fin de ofrecer la impresión de que la agencia imputaba efectivamente al régimen sirio de los ataques del 7 de abril.

Las filtraciones exponen que en la modificación del informe de expertos se eliminaron datos de una veintena de especialistas que apuntaban el defectuoso manejo de los hechos y cuestionaban abiertamente sus conclusiones. Los documentos de WikiLeaks dejan claro que la mayoría de los autores del informe final “nunca estuvieron en Siria” y que hasta el mismo director general de la OPAQ, Fernando Arias, se declaró en desacuerdo con los documentos elaborados.

En una de sus últimas entregas, WikiLeaks incluía un correo electrónico, fechado el 28 de febrero de 2019, del jefe de gabinete de la OPAQ, el francés Sebastien Braha, personaje con una pésima reputación en la organización con sede en La Haya. En ese correo Braha pedía, poco antes de la publicación del informe final sobre el caso, la “eliminación” de “todo rastro” en los archivos de la organización, del informe del inspector especialista en balística Ian Henderson, que sostenía que los contenedores de la sustancia química hallada en Guta no habían sido arrojados desde aviones sino más bien “colocados” en los emplazamientos donde fueron encontrados. Este y todos los informes que expresaban dudas razonables sobre la versión de lo sucedido que se quería promocionar, fueron omitidos y alterados de tal forma que el resultado final, en palabras de uno de los inspectores, “no refleja el trabajo del equipo”.

Las revelaciones han sido suficientemente consistentes como para cuestionar toda la versión occidental de aquel incidente, así como para cuestionar el trabajo de una agencia internacional manifiestamente manipulada por Estados Unidos y sus aliados. Todo ello era una invitación al escepticismo sobre la serie de doscientos incidentes químicos en la guerra de Siria, más aun cuando la utilización de la mentira para justificar intervenciones militares de Estados Unidos, no es una hipótesis aproximada sino que tiene un abultado, fresco y reciente rastro que la convierte en un hecho incontestable. Pese a todo ello, los medios de comunicación establecidos han mantenido un mutismo total sobre el escándalo de la investigación de lo sucedido en Guta, lo que reafirma su incapacidad estructural para ofrecer una información internacional creíble.

(Publicado en Ctxt)

 

 

10 opiniones en “Cuando la propaganda se convierte en desvergüenza”

  1. No sé si has leido esto. Deberías retractarte de tu articulo. Esos ‘inspectores alternativos’ origen de la filtración de Wikileaks, o no formaban parte del equipo de la OPCW, o no fueron desplegados sobre el terreno. La organización se va a querellar contra ellos. Tus análisis comúnmente se denominan ‘Cherry picking’: de un aluvión de evidencias en contra de tus posiciones, simplemente escoges la única mínimamente favorable a tus argumentos, que en este caso se ha demostrado falsa. No hace falta convertirse en un apologista de Asad y Putin para estar en contra de las muchas ilegalidades y tropelías que comete Europa y EEUU en el exterior.

    https://www.theguardian.com/world/2020/feb/07/inquiry-strikes-blow-to-russian-denials-of-syria-chemical-attack

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  2. De nuevo gracias por tus artículos Rafael. La censura no sólo se ha dado en los medios establecidos, sino que ha llegado a las revistas científicas especializadas. Recomiendo leer ‘Scientists clash over paper on Syrian sarin attack..Kai Kupferschmidt. Science, 27 September 2019’ (https://science.sciencemag.org/content/365/6460/1362.full) donde se discute el caso del manuscrito cuestionando la proceden cia del ataque con gas sarin en Khan Sheikhoun el 4 de abril de 2017, aceptado para su publicación en la prestigiosa revista científica Science & Global Security y rechazado finalmente tras las presiones recibidas por el editor de la misma, cuyas explicaciones pueden leerse en http://scienceandglobalsecurity.org/editorial/2019/09/from_the_editors_1.html
    y una carta abierta al editor de la revista, escrita por Robert Fisk (el mismo autor al que se refiere el comentario de Holocaust) protestando por su decisión de retirar la aceptación del artículo puede leerse en https://www.independent.co.uk/voices/syria-war-chemical-weapons-watchdog-opcw-assad-damascus-russia-a9262336.html . Definitivamente la manipulación y censura son escandalosas alcanzando los últimos rincones no sólo de los medios de comunicación sino de la propia ciencia.

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  3. Los medios de comunicación actuales son penosos en cuanto a información internacional (después se extrañan de la bajada de ventas de la prensa escrita), en la mayoría de los casos se limitan a transcribir información a agencias de prensa occidentales controladas por los mismos gobiernos, y cuando encuentras un artículo de opinión, de algún pretendido experto, enseguida se ve que responde a opiniones de think tank de grupos de presión o lobbies.
    He venido observando que en la actualidad ya no hay «reporteros de guerra» in situ, las crónicas de los conflictos internacionales nos la cuentan pseudo-periodistas que están en lugares muy alejados del conflicto, así cuando se informa de Siria o Iran, el reportero suele estar en Beirut, con lo cual una vez mas se limita a transcribir la información de las agencias occidentales. Con todo ello los medios de comunicación que responden a intereses grupos de presión y lobbies, se evitan que haya casos como el periodista Bill Stewart, que en 1979, mientras cubría el conflicto armado de Nicaragua, y pese a llevar el pase de prensa en las manos fue obligado a arrodillarse y fue ejecutado a bocajarro por un soldado del ejercito de nicaragüense de Anastasio Somoza, ello fue filmado a escondidas por su camarógrafo Jack Clark. Estas imágenes dieron la vuelta al mundo, y hicieron que el gobierno de Estados Unidos tuviera que dejar de apoyar al gobierno de Somoza y que triunfara la revolución sandinista.

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