(Una entrevista de Jayro Sánchez para el digital «El Resurgir de Madrid»)

El Mar en Crimea. Cuadro de Arjip Kuindzhi, pintor ruso nacido en Mariupol.
Hace casi un año que Rusia invadió Ucrania, pero los expertos en relaciones internacionales afirmáis que el conflicto entre estos dos países se originó mucho antes. ¿Dónde situarías tú su inicio?
En el cierre en falso de la guerra fría. A principios de los noventa se pactó que la retirada soviética del espacio centroeuropeo, la disolución del Pacto de Varsovia y la reunificación alemana, acabarían con la lógica de bloques militares en Europa. El entendimiento general fue que todo eso no sería aprovechado para ampliar el bloque adverso, pero eso fue lo que ocurrió a lo largo de los veinticinco años siguientes. En lugar de la “seguridad continental integrada” firmada en la Carta de París para la nueva Europa de noviembre de 1990, se abrió paso una seguridad europea primero sin Rusia y luego contra Rusia. La OTAN no se disolvió y hoy está junto a las fronteras de Rusia creando las tensiones que justifican su existencia. Obviamente las responsabilidades de este disparate se reparten entre todos los protagonistas, pero la principal es de Estados Unidos, que no quería perder su dominio político-militar en Europa sin el cual su potencia global se resentía considerablemente. En segundo lugar, una Unión Europea germanocéntrica que se ha demostrado geopolíticamente analfabeta e impotente. En tercer lugar, el grupo dirigente ruso que en los noventa primero fue demasiado optimista con Gorbachov por confiar en la buena voluntad de sus interlocutores, luego se centró con Yeltsin en la privatización del patrimonio nacional sobre cualquier otra consideración, hasta que Putin empezó a ordenar las cosas recuperando intereses nacionales rusos y chocando por ello cada vez más con un Occidente que solo preveía un papel subordinado y subalterno para Rusia. Todo esto tiene una larga cronología y un desenlace con el cambio de régimen en Kiev del invierno de 2014 al que Rusia respondió anexionándose Crimea. Desde entonces aquel cierre en falso de hace un cuarto de siglo se dirime militarmente. El ejercito ucraniano que en 2014 era una birria fue armado y financiado intensamente por la OTAN desde entonces con el objetivo de batir a Rusia, recuperar Crimea e imponer con forceps una narrativa nacional antirrusa a la mayoría de la población ucraniana rusoparlante que no estaba de acuerdo con ella y que dio lugar a una guerra civil en el Este del país a partir del verano de 2014. Todo esto es una historia larga y compleja, repleta de sombras en ambos bandos. En su lugar lo que nos explican es un guion infantil de Hollywood: en Rusia hay un zar malo que quiere recrear la URSS a costa de la “Europa de los valores”, “democracia contra autocracia” y otros cuentos. Es lo que suele ocurrir en las guerras y en los pulsos entre potencias que éstas presentan como historias de buenos y malos.
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