Una entrevista del semanario Brecha de Uruguay con el sociólogo ucraniano Volodymyr Ishchenko. (24 de marzo de 2022)
Por Francisco Claramunt
Investigador de los movimientos de protesta en su país, Ishchenko habló con Brecha de los debates sobre Ucrania en la izquierda global, del crecimiento del extremismo y del futuro de la identidad ucraniana.
Volodymyr Ishchenko es doctor en Sociología por la Universidad Nacional Tarás Shevchenko de Kiev e investigador asociado del Instituto de Estudios sobre Europa Oriental de la Universidad Libre de Berlín. Su trabajo se ha centrado en el estudio de la sociedad civil, las protestas y los movimientos sociales de Ucrania y la región. Es autor de varios artículos académicos sobre la política ucraniana contemporánea, el levantamiento de Euromaidán y la guerra en el Donbás. Ha publicado en Post-Soviet Affairs, New Left Review, entre otras revistas especializadas, y ha colaborado con The Guardian Al Jazeera y Jacobin, entre otros medios internacionales. Actualmente está trabajando en la obra colectiva El levantamiento de Maidan: movilización, radicalización y revolución en Ucrania, 2013-2014.
—Fuera de Ucrania y de Rusia, existe un debate en la izquierda y sus intelectuales acerca de cuál debe ser la postura ante esta guerra. Algunas voces, como la de Noam Chomsky (véase en este número «Abrir la puerta de salida»), favorecen una salida negociada a la invasión y defienden esta búsqueda de un compromiso diplomático como el único enfoque sensato desde un punto de vista progresista. Otros, como por ejemplo Étienne Balibar (véase en este número «Sobre la guerra europea»), reclaman que la izquierda internacional dé todo su apoyo a la resistencia ucraniana y, al menos de momento, deje otras consideraciones de lado o en un lugar secundario. ¿Cómo ve usted este debate?
—Mi opinión es que la prioridad por sobre todas las cosas debe ser salvar las vidas ucranianas, las ciudades ucranianas, la economía ucraniana. Mientras más pronto consigas un acuerdo de paz, más vidas salvarás, menos ciudades serán destruidas y menos dañada resultará la economía. Si la guerra tiende a prolongarse, si ya no se trata de parar la invasión rusa, sino de, por ejemplo, lograr la caída de Putin cueste lo que cueste –lo que puede no ser un objetivo accesible–, significará transformar Ucrania en Afganistán. Un lugar donde una guerra eterna se sucede por años sin pausa, con un Estado fallido, con la economía retornando a un estado premoderno, con la industria completamente destruida y millones de refugiados que no pueden volver a su hogar por años [véase «Noticias de Moscú»]. Y este escenario, honestamente, sería solo el segundo peor para Ucrania si esta guerra llegara a degenerar en un conflicto nuclear. Claramente, no deseo esto para mí país.
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