Abu Bakr al Bagdadi fue un subproducto de décadas de yihad occidental en Oriente Medio
La muerte de Abu Bakr al Bagdadi sigue el guión de la de Bin Laden, o la del propio atentado del 11-S neoyorkino, asuntos repletos de sombras y preguntas que hacen de la versión oficial algo parecido a una cuestión de fe: la credibilidad de la historia depende del crédito que quiera otorgarse a quienes nos la cuentan.
Recuerden la muerte de Bin Laden en aquella casa de Abbottabad (Paquistán). Primero se dijo que Bin Laden estuvo “implicado” en el tiroteo y que utilizó a una mujer como “escudo humano”. Luego resultó que el líder de Al Qaeda no estaba armado, que lo de la mujer-parapeto era invención y que ni siquiera había armas en la casa. Su cadáver fue desaparecido en el mar a las pocas horas, eso si, atendiendo a los ritos islámicos…
Ahora Donald Trump nos explica que asistió a la liquidación de al Bagdadí como a una emocionante peli de Hollywood: “murió como un perro, como un cobarde, ha terminado llorando y gimoteando, aterrado de ver que las fuerzas estadounidenses se le venían encima”. Los tres hijos del personaje murieron al estallar este su chaleco de explosivos, dicen. Por supuesto nadie va a hacer un asunto de “derechos humanos” de esta cuestión pero la escena que mejor describe estos crímenes es la del asesino que da muerte a otro asesino. En el caso de Bin Laden un otro que había estado al servicio de su asesino. En el de al Bagdadí la botella de la que salió su genio criminal contenía inequívocamente sustancias creadas y destapadas por su ejecutor. Leer más “De nuevo la sharía de Occidente”