En la boca del túnel

            Otro mundo es posible, pero no seguro ni ineludiblemente mejor

 Mucho se habla del “mundo después de la pandemia”. Habrá cambios, seremos otros, dicen. Parece que el virus sea un agente transformador y no un mero factor de enfermedad, desempleo y pobreza. Desde luego, “otro mundo es posible”, pero ni el cambio está garantizado, ni tiene que ser ineludiblemente un cambio a mejor.

La frase de Macron en esta pandemia quedará esculpida en piedra: “el mundo de mañana ya no será como el de ayer”. Lástima que recuerde tanto a las de otros vendedores de alfombras, como el propio Nicolás Sarkozy, mencionando la ineludible “reforma del capitalismo” tras el estallido de 2008. Recordemos a todos aquellos economistas del establishment que, en Estados Unidos y en la Unión Europea, decían entonces que la próxima vez que los bancos quebraran habría que nacionalizarlos.

“¿De verdad creen ustedes que cuando pase esta pandemia, cuando la segunda o decimosexta ola de coronavirus se haya olvidado, los medios de vigilancia  no se conservarán? ¿Qué las colecciones de datos recogidas no se habrán almacenado? Sea cual sea su uso, estamos en vías de construir la arquitectura de la opresión”, advierte Edward Snowden. Es solo un aspecto de cambio a peor. ¿La salud por delante de la economía?

El sistema que ha venido elevando los niveles permitidos de utilización de sustancias dañinas, que privatizó los sistemas de salud, que engaña con las emisiones de los automóviles y los identificadores de los alimentos, y que ha venido defendiendo como inocua la energía nuclear, e incluso el almacenamiento de sus residuos, ese mismo sistema ¿tiene credibilidad cuando nos dice ahora que hará todo lo posible por defender la salud de la población?

No hay duda de que la coyuntura determina repartos de dinero, en primer lugar hacia las empresas, los bancos y sectores en crisis (el gigantesco rescate americano de la Cares Act se aprobó el 25 de marzo) y también alguna distribución de dinero social durante algunos meses, pero en cuanto pase la enfermedad, habrá un regreso inercial hacía lo suyo. Desde luego el capital no va a rendirse por un virus, no va a abdicar de las ventajosas parcelas de poder y gobierno que ha adquirido en las últimas décadas bajo la ideología de la globalización neoliberal. ¿Por qué iban a renunciar al trabajo precario, a seguir calentando el planeta, a gastar más en armas y en crear tensiones bélicas si todo eso genera beneficios? Para un nuevo orden mundial más viable y equitativo hace falta una fuerza social colosal que lo imponga. En marzo se constataba que entrábamos  en aguas desconocidas . A mediados de mayo el panorama sigue lejos de estar claro, pero la sensación es la de que estamos entrando en la boca de un túnel.

Más presión contra China

En el centro del Imperio el Presidente idiota sigue alimentando una guerra fría con China. Ese podría ser su gran recurso para ganar su reelección. Trump ha hecho tantos estropicios en el gobierno de la pandemia en su país que necesita una buena cortina de humo para lograr un nuevo mandato en un país con cuarenta millones de parados (22,5% de la población activa, a apenas tres puntos del 25% de la gran depresión en 1933). En China la pandemia ha dejado 4600 muertos, mientras que en Estados Unidos van por 90.000, así que no hay más remedio que afirmar que China es culpable de haber creado el virus y de falsificar sus cifras. Bueno, pero ¿qué hacemos con Taiwán, Singapur o Corea del Sur? Es el ejemplo de toda Asia Oriental, no solo de China, lo que evidencia el mal gobierno en Estados Unidos, su ineficacia, el cinismo presidencial y su abierta prioridad por la “economía” a costa de las vidas humanas. Si después del 11-S neoyorkino se pudo dirigir el asunto contra Irak, inventándose lo de las armas de destrucción masiva de Sadam, ¿por qué no va a ser ahora posible arrastrar al público hacia la leyenda de la “culpabilidad” de China?

La patada en el tablero

El asunto viene de lejos. Las enmiendas a la globalización son claramente anteriores a la pandemia. Tienen que ver con el hecho central de que se hacía evidente que China iba ganando, adquiriendo mayor peso y potencia, jugando en un tablero americano, con normas e instituciones creadas y controladas por Estados Unidos y a la medida de sus intereses. La globalización era muchas cosas, pero entre ellas, un seudónimo del dominio mundial de Estados Unidos. Y resulta que China se crecía en ese tablero y que la próxima consecuencia de ese crecimiento es descabalgar el papel del dólar en la financiación del comercio global. Así que había que cambiar las cosas, realizar enmiendas, dar una patada al tablero para recolocar las fichas.

Al finalizar la primera década del siglo, tras el impacto de la crisis financiera que China gobernó parece que bastante bien, el Presidente Obama ya movió algunas fichas de desconexión comercial con China mientras en lo militar estrenaba el “Pivot to Asia” para destacar el grueso de su poderío aeronaval alrededor del nuevo rival. Trump ha continuado eso de forma más brusca y la pandemia le ha dado un buen estímulo, para convertir las tensiones en algo cada vez más parecido a una guerra fría. Los dirigentes chinos lo vieron venir.

Ellos que siempre soñaron con llegar un acuerdo bilateral con Estados Unidos que les dejara vivir (sueño que era compartido por el Kremlin), se dieron cuenta de que si “vivir” significaba ir a más, ser soberanos e independientes, desarrollarse, mejorar y aumentar su peso en el mundo, no solo no habría acuerdo de coexistencia sino conflicto, porque EstadosUnidos no lo acepta. El único acuerdo que acepta es la sumisión. Por eso ajustaron su sistema político, con la dirección más centralizada y firme de Xi Jinping y su fortalecimiento militar en el Mar de China Meridional. Este doble refuerzo -además de su dinámico desarrollo tecnológico y su estrategia de exportación de sobrecapacidad e integración comercial mundial, la Belt & Road Initiative-, se basa en la razonable y profunda convicción de que las relaciones con Estados Unidos van a ir a peor. Ese refuerzo no está enfocado a sustituir a Estados Unidos como superpotencia global, como suele decirse, sino a proseguir el ascenso de potencia emergente y a garantizar una no victoria militar de Estados Unidos en un conflicto regional en su entorno asiático inmediato (su mar Caribe), que a poder ser disuada a los generales del Pentágono de iniciarlo. En ese tablero, la pieza de Taiwan vuelve a ganar peso.

Mas incompetencia geopolítica y desintegración en la UE

Sea como fuere, el vector de la guerra fría entre Estados Unidos y China que solíamos contemplar como posibilidad a medio y largo plazo, ya está declarado como realidad. Para la Unión Europea, que gasta en armamento 300.000 millones de dólares al año (es decir más que la suma de China y Rusia) es una nueva ocasión de reiterar su incompetencia geopolítica y su demostrada condición de vasallo impotente. En Alemania el consenso mayoritario del establishment lo ha resumido el presidente del grupo editorial Springer, Matthias Döpfner diciendo, “cuando la crisis del coronavirus se supere, los europeos deberán decidir la cuestión de las alianzas: con América o con China”, cuestión que para él no tiene secreto. Tampoco la tiene para Oskar Lafontaine. “También yo tomo partido por América, concretamente por Sudamérica y América central, cuya población sufre el mortífero terror de Estados Unidos”, dice este  raro abogado de una política exterior europea autónoma,”que contribuya a la paz y la distensión entre potencias nucleares”.

La apuesta de la Unión Europea “por América” y contra China sigue la estela de Washington. El 27 de marzo Trump firmó una ley estrechando las relaciones entre Estados Unidos y Taiwan y abogando por la  participación de la isla en  las organizaciones internacionales de las que está excluida por no estar reconocida como Estado por la ONU (y no solo “por China”, como suele decirse). Inmediatamente, Francia y Alemania apoyaron una iniciativa para que Taiwan sea incluida en las actividades de la OMS y París ha enfurecido a Pekín con un provocador contrato de venta a Taiwan de sistemas de señuelos y perturbadores antimisiles. Por su parte Alemania quiere gastarse millones comprando  a Estados Unidos 45 aviones de guerra F-18, lo que parece una recompensa a los obstáculos y vetos que Washington interpone en la guerra del gas que Alemania compra a Rusia, asunto ejemplarizado por el proyecto Nord Stream 2.

Mientras el director del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, David Beasley, advierte que cientos de millones de personas pueden sufrir hambre en la “peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial”, particularmente en África y Oriente Medio y en países que sufren crisis bélicas o sanciones, Estados Unidos (junto con Inglaterra, Ucrania, Canadá y Corea del Sur) ha abortado los proyectos de resolución para congelar las sanciones unilaterales contra los países en desarrollo afectados por la pandemia e incluso una simple propuesta de alto el fuego allí donde hay guerra.

La pandemia no ha unido al mundo, sino que al contrario ha incrementado gravemente el riesgo de conflictos mayores, “amplificando y acelerando” ese peligro, constata el viceministro de exteriores ruso, Sergey Ryabkov. Con el abandono de los acuerdos de desarme y el desprecio al papel de la ONU, “la fuerza militar está adquiriendo un papel cada vez más importante en las relaciones internacionales”, dice. La lógica imperial, belicista y suicida, no solo no remitirá, sino que cobra nuevo vigor.

Ante este diagnóstico la Unión Europea no tiene nada que decir, ni nada que proponer. Técnicamente paralizada -a mediados de mayo la pandemia había reducido un 70% la capacidad de trabajo de las instituciones de Bruselas- el virus profundiza la crisis desintegradora de la UE. A las brechas ya conocidas (Norte/Sur, grupo de Vysegrad, Francia/Alemania, etc) se suma la creada entre países más o menos bien librados de la pandemia y los más afectados por ella. A las diferencias en materia de cierre de fronteras, de deudas, medidas anticrisis y de presupuesto europeo, se suma la torpe y reveladora sentencia del Tribunal Constitucional alemán del 5 de mayo cuestionando la compra de deuda por parte del BCE, lo que coloca al derecho alemán por encima del derecho europeo, algo potencialmente mas disolvente que el Brexit o que los desafíos jurídicos puntuales de países como Polonia o Hungría.

La receta mágica de los “500.000 millones” de Merkel y Macron es la última artimaña de una larga serie estrenada en 2010, cuando ninguno de los problemas de la eurocrisis se solucionó: no está nada claro si esa suma será realidad, ni cuando se empleará ni a quien beneficiará. Se habla de miles de millones para líneas aéreas o fabricantes de automóviles, por mencionar únicamente el nefasto capítulo movilidad, directamente relacionado con nuestros graves problemas planetarios. Una vez más, como es el caso de la tensión con China, la pandemia no ha creado procesos nuevos. Únicamente acelera los procesos de desintegración ya existentes y apuntala la irrelevancia de la UE en la esfera internacional.

Las condiciones y circunstancias de la “oportunidad”

Hay que ser consciente de que la oportunidad de cambio, de operar en otra lógica, no es automática. Ya se presentó tras la quiebra financiera de 2008. El BCE y la  reserva federal de Estados Unidos intervinieron entonces para salvar a empresas y bancos de las consecuencias de su especulación a costa de las clases medias y bajas. Aquellos dineros (Quantitative Easing) sirvieron para alimentar una nueva ola especulativa y enriquecer a los más ricos. ¿Cómo iba a ser diferente cuando el poder financiero domina a los gobiernos y no al revés? ¿Por qué iba a ser diferente ahora?

Para organizar el decrecimiento en la utilización de los recursos naturales, para adoptar un modo de vida más modesto (como dice Fréderic Lordon el I-Phone 14, el coche Google y el 7G “van en el mismo paquete” que el calentamiento global y la amenaza bélica), para dirigirse a una nueva contabilidad desmarcada de las teologías del PIB y privilegiar la satisfacción de las necesidades humanas reales, para disminuir la movilidad y potenciar la relocalización económica, la agricultura moderna (es decir ecológica y regenerativa), el proteccionismo solidario, los comercios de proximidad y una fiscalidad menos injusta, es necesario desmontar el dominio de las finanzas sobre la política.

El actual sistema de capitalismo neoliberal, a diferencia del de los años treinta, cuarenta, cincuenta o sesenta del pasado siglo, ha castrado al sistema político convirtiéndolo en su subalterno. Como dice Serge Halimi, cuando se evoca como modelo y precedente el programa  económico y social del Consejo Nacional de la Resistencia en Francia, la conquista de los derechos sindicales en muchos países, o las grandes obras públicas del New Deal  en Estados Unidos, se olvida el detalle de que los resistentes franceses aun tenían las armas en casa, que el establishment temía una revolución en países como Francia o Italia y que el capital estaba asustado. Lo político primaba mucho más que hoy sobre lo “económico”. Hoy el capital no tiene motivos, ni temores, para negociar nada. ¿Qué tenemos hoy después de treinta o cuarenta años de colonización capitalista de nuestras sociedades occidentales?: “poblaciones confinadas, tan miedosas como pasivas, infantilizadas por las cadenas de televisión (y las “redes sociales”), convertidas en espectadoras pasivas y neutralizadas”, dice Halimi.

No habrá ese mágico “día de la victoria” sobre el virus en el que la población saldrá entusiasmada a la calle y los gobiernos proclamarán una nueva forma de vida con lecciones para afrontar el calentamiento global y los demás retos del siglo. Solo el cambio en la correlación de fuerzas que resultara de una gran fuerza social y del miedo puro y simple del capital ante ello, posibilitará reformas significativas. La simple realidad es que hoy los gobiernos pueden cambiar por la acción del voto, pero es muy improbable que el voto cambie el sistema y la lógica fundamental.

Un 15-M multiplicado por diez, no alcanza para cambiar el sistema

Supongamos que un gobierno de izquierdas, por ejemplo en España, sale de la pandemia apoyado por un fuerte movimiento social, un 15-M multiplicado por diez que realiza la proeza de convertir en ciudadanos a una mayoría de los actuales consumidores-clientes e impulsa un programa de reformas: nueva política fiscal menos injusta, potenciación del sector público, nacionalización de los transportes, las telecomunicaciones y la banca, proteccionismo, es decir: un programa de progreso de los años sesenta más la renta básica y la fuerte protección medioambiental que se precisa hoy. Como dice Lordon, no hay duda sobre lo que se le vendría encima a un gobierno de ese tipo: El sector financiero internacional, los mercados. Le declararían la guerra. Desde Estados Unidos, desde los centros de poder e instituciones de la Unión Europea, desde los poderes fácticos del propio país y desde una oposición interna radicalizada y fuertemente respaldada desde el exterior. Los medios de comunicación, en su inmensa mayoría correas de trasmisión de ese conglomerado sistémico que domina lo político, le harían la vida imposible. La independencia de Cataluña, por ejemplo, sería bien vista por unos poderes globales enfocados a cortar por lo sano el ejemplo: mejor un país roto que un precedente transformador. Surgiría así el imperativo internacionalista, la conciencia de la enorme dificultad de acometer el cambio en un solo país y mientras tanto aparecería un Tsipras que, cediendo a la fuerza de las circunstancias, traicionaría todo lo prometido o emprendido…

Se dirá que todos los intentos de cambio se han enfrentado a ese tipo de cuadros, pero hoy, cuando lo político está atrapado por la red sistémica y su lógica fundamental, aun más. Claro, si esa hipótesis de gobierno transformador apoyado por una gran fuerza social se realizara en un país tan importante como Estados Unidos, o tan central en Europa e históricamente tan inspirador como Francia, con capacidad de irradiar impulsos fuera de sus fronteras y convertir una salida del capitalismo en asunto internacional, otro gallo cantaría. Pero ¿Dónde está esa enorme fuerza social necesaria para el cambio de la desmundialización ciudadana que soñamos?

El neoliberalismo de las últimas décadas consistió en la ruptura de los consensos sociales de posguerra. No está dispuesto a negociar al respecto y eso no tiene una solución electoral. Solo la imaginación, la audacia y el sueño permiten tantear y anticipar lo que por definición es siempre inesperado. Cuando nos adentramos en la boca del túnel es necesario reflexionar sobre todo ello sin hacerse ilusiones infantiles.

 

 

 

 

14 opiniones en “  En la boca del túnel”

  1. Realment podem fer neteja, m’ho pregunto, ja que, quan sembla que els podem tenir contra les cordes, les responsabilitats dels manaires s’esfumen i res s’hi pot fer ….. Tot el temps s’estan passant la pilota …… entremig, el poble es revolta amb més o menys encert …… però, les grans mentides, fabricades des de la més profunda gola del poder en connivència amb els que tenen el deure de protegir-nos de les mentides polítiques, s’hi adapten i, ho coronen amb informes, fent-se més forts si cap en aquestes, de tal manera que portant-les a un carreró sense sortida, un cul-de-sac, poden fer que acabi tot en l’autocràcia, com «pecata minuta», per descomptat podria ser pitjor, de pitjors en coneixem, veritat?

    La reflexió que en trec és que, en democràcia, els líders són molt nefastos. Com diu el meu nét de sis anys, «són massa xulitos» quan algú lidera massa, no va del tot errat, el problema és precisament aquest, voler demostrar a tots que tu la tens més gran, llarga ….. potenciant el seu mascle Alfa. Tot es confirma en observar que els governats per dones (les Omegues?) no necessiten mesurar-se res, només miren al seu poble i no a si mateixes. Fixant-nos-hi bé, sembla un fidel reflex de com funcionen les famílies (pràcticament) a tot el món.

    N’estic fins al monyo de tants i tants líders i tant i tant masclisme que l’únic que fan és apoderar-se de les democràcies per fer-ne el seu regne, exercint amb lleis fetes a mida o sense, la seva autoritat, caigui qui caigui, passant a tot a qui discrepi per la quilla. Atenció, no va de pirates sinó de bucaners.

    No senyors dels estats combatents, no és això, no és això, no ho és!!. Per molt que tots esmercin tant i tant de temps i diners públics o no, mentint, tergiversant i tapant-se les vergonyes entre afins (polítics) per obtenir, el Poder Absolut, en nom d’una molt mal anomenada democràcia, ja hem après senyors, que això, no ho és!!.
    O bé, li canviem el nom a aquest sistema i ens hi sotmetem o bé, tenim els suficients pebrots per agafar embranzida, posant-los una orla dins i els hi parem el rumb que porten o, acabarem en la tempesta perfecta … la tercera, si o si !!. El rumb és de col·lisió, no en tinc cap dubte.

    Agrair-te tanta informació, sempre per reflexionar-hi, mercès.

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  2. Enorme y clarificador. OK a todo. El correo me ha llegado por la carpeta spam, de ahí que lo haya leído hoy y, haya puesto este comentario el 15 de Junio. Miraré más a menudo dicha carpeta.
    Saludos.
    Julio.

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  3. Excelente artículo, mi sincero agradecimiento. Pero, una vez más, subyace la pregunta ¿por qué los planteamientos realistas y clarividentes adolecen siempre de una pobre difusión, no produciendo absolutamente ningún efecto sobre las masas sociales? De hecho, la respuesta se halla implícita en el propio artículo, y la encontramos en la supina ignorancia, indolencia e ingenuidad de la ciudadanía, mantenidas y potenciadas por el sistema. Esta sería la respuesta al ¿qué?, un primer paso que abriría una vía imprescindible para el planteamiento de la pregunta definitiva, el ¿cómo?

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  4. Como relató Gonzalo Pontón refiriéndose a un intelectual marxista recientemente fallecido, éste le había dicho algo como : «desengáñate, Gonzalo, la idea comunista ha sido tan mal-tratada y desvirtuada, que lo que nos queda es calzarnos las sandalias, ponernos el sayal y salir a predicar»….

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  5. Cuando dejarnos engullir por el túnel … que, conocida su voracidad, nos llevará a …, no sólo no es ilusionante, sino todo lo contrario, ¿cuáles serían los elementos claves de esa necesaria reflexión? Ciertamente ha apuntado que se requiere de una enorme fuerza social para que el cambio sea posible, pero cómo conseguirla. Máxime cuando prácticamente todos los mass medias son del sistema, medios de comunicación del control y la conducción social o de masas (mcccs o mcccm): las informaciones (multimedias) que transmiten colonizan y dirigen las mentes (percepción-proceso-decisión-acción), las personas a control remoto. En la era de las tic’s, todos conectados permanentemente, en todo momento y en todo lugar, a canales que inundan las cabezas con informaciones de control (más el Big Data y …) el dominio (cibercontrol) es muy superior. Los oasis y resquicios que hay (fundamentalmente en internet: medios de comunicación de la emancipación o liberación social -mces o mcls-) no tienen alcance (social, material, multiforma ..), no se puede comparar con los mcccm. ¿Empezar por coordinarlos? ¿Articularlos? Dispersos, aislados … ¿Qué elementos claves serían? La información y la comunicación (potenciar vs discriminar) no pueden faltar, son decisivos, determinantes. ¿O nos quedamos meramente en el diagnostico?

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  6. Quisiera agradecer públicamente a Don Rafael Poch su clarividencia al exponer la realidad que nos acompaña a diario en este planeta, le sigo hace tiempo, valorando mucho su conocimiento de las redes que nos gobiernan y sus consecuencias, lástima que no disfrute de un espacio en, digamos, una televisión pública para ampliar la visión informativa de la ciudadanía. Un abrazo cordial y, por qué no, esperanzado desde un pueblo segoviano.

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  7. Gracias, RAfael, por enviarnos tu artículo. Lo reproduciremos este fin de semana. Un abrazo. Rodrigo Vázquez de Prada

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  8. Solo te ha faltado retratar un poco la profunda imbecilidad del establishment neoliberal del partido demócrata, que ha elevado a un fósil reaccionario como Joe Biden, dispuestos a perder una vez más ante Trump antes que aprender la lección de 2016

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  9. Como siempre, un placer leerle, pero esta vez deseo de todo corazón que se equivoque. Por desgracia, esta vez también acertará (el apunte en el último párrafo sobre imaginación, audacia y sueño lo considero poético, no profético) y saldremos de la pandemia hundiéndonos aún más en la dinámica miserable con que salimos de la crisis anterior. Un abrazo!

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  10. Estimado Rafael:
    Brillante !
    Y útil (ojalá) para millones de ilusos/ingenuos que sueñan con un mundo mejor sin la fuerza social-política para imponerlo.

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  11. Impresionante revisión a la macro situación mundial. Poch como siempre, tocando los temas claves, y opinando con razonamiento lógico, no ya a su punto de vista, sino a una visión realista y creo que generalizada.
    Gracias una vez más Rafael.

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