La pandemia acelera las tendencias

En Estados Unidos la protesta ciudadana amplia la división de los que mandan y dibuja en el horizonte un panorama de guerra civil fría.

 Con diez millones de casos confirmados y medio millón de muertos conocidos, las cifras de finales de junio (recordemos que eran 300.000 y 11.000, respectivamente, en marzo) confirman la expansión general de la pandemia como amenaza global. Las consecuencias que la pandemia está teniendo en las potencias y sus relaciones no han cambiado las tendencias generales anteriores a ella. Solo las ha agravado y acelerado.

Esas tendencias -cuyo contexto es la crisis del sistema económico mundial conocido como capitalismo y una desglobalización accidental de la economía, con cierta renacionalización de las relaciones entre países- son las siguientes: 1-Radicalización de la pelea interna en Estados Unidos, que ya no solo es solo una brecha entre sectores del establishment sino que incluye una protesta social. 2-Agudización de la rivalidad y la competencia entre Estados Unidos y China. 3- Una China crecida 4- Debilitación de la Unión Europea y de las instituciones multilaterales y 5-Maduración de las contradicciones del régimen ruso. La actualidad exige concentrarse en lo primero.

Los dineros se acaban en julio

En marzo Estados Unidos aprobó, con el apoyo de demócratas y republicanos, la mayor operación de rescate de la historia: dos billones de dólares. La llamada Cares Act. Es una gigantesca lluvia de dinero público para las grandes empresas y sus accionistas. Ese dinero permite a estos administrar la situación a su entera conveniencia. No hay condiciones, ni propósito alguno de reconversión: por ejemplo, las compañías aéreas -incluido ese pilar del complejo industrial-militar llamado Boeing- reciben 46.000 millones. Familias y sectores populares solo reciben lo que la congresista Alexandria Ocasio-Cortez describe como “migajas”.

En julio, los dineros que ese descarado “más de lo mismo” para los que más tienen destina a ayudas sociales (2200 millones), se habrán gastado ya en su mayoría. Eso quiere decir que millones de americanos se enfrentarán a serias dificultades. Julio será, por tanto, un mes crucial en Estados Unidos. Esas dificultades llegan acompañadas por la evidencia de que la nación más poderosa del mundo ha sido víctima de una de las administraciones más negligentes de la pandemia. Su presidente idiota y descaradamente indiferente hacia la salud de la gente ha puesto en evidencia de una forma innecesariamente burda a todo el sistema. Como ha ocurrido tantas veces en la historia, la pandemia ha extendido el descontento, ejemplarizado por el movimiento ciudadano contra los asesinatos policiales de negros y el movimiento Black Lives Matter.

 Raza sin economía e imperio, igual a cero

La ola de protestas añade nuevos matices a la pelea institucional que enfrenta desde hace años al trumpismo con sectores del establishment a los que desagrada la evidencia que Trump ofrece de la podedumbre del sistema que defienden a dúo republicanos y demócratas. ¿Serán capaces las protestas de llegar al fondo del asunto?

Desde su origen como nación, imperialismo y racismo son dos cabezas de un mismo orden político en Estados Unidos. Como recuerda Behrooz Ghamari Tabrizi, historiador de la Universidad de Illinois, los padres fundadores británicos y estadounidenses del liberalismo no entendieron la democracia y el colonialismo en términos mutuamente excluyentes sino como aspectos del mismo proyecto civilizador. “Los mismos generales que encabezaron la conquista estadounidense de Filipinas en 1898-1902 libraron las guerras de aniquilación contra los indios estadounidenses en su país”.

Mientras la máquina de guerra estadounidense funcione a toda velocidad, dejando destrucción, devastación y muerte en todo el mundo, en casa los estadounidenses negros no serán tratados como ciudadanos iguales. Por eso, si la protesta ciudadana americana no establece nexos entre el racismo y el orden económico que representa el sistema de descarado gobierno de los ricos en el país y su criminal proyección imperial en el mundo, el Black Lives Matter quedará en nada. No pasará de una de esas “revoluciones de color” comunitaristas y bien compartimentadas cuyo mismo nombre evoca, en palabras de la ex presidenta de los Panteras Negras Elaine Brown, una “reivindicación de plantación”: simplemente, no nos maten por favor.

Sea como fuera, tener a millones de indignados en la calle, es algo que inquieta. Con su habitual torpeza y brutalidad, el trumpismo ha amenazado con llevar al terreno interno lo que es norma en la permanente guerra exterior del Imperio; disparar sobre la población civil, emplear al ejército contra ella. El Secretario de Defensa Mark Esper le ha asegurado a Trump que el Pentágono “domina el terreno de batalla”, pero el sistema tiene otras recetas para integrar la protesta y hacerla respetable.

Los oligarcas del Partido Demócrata se arrodillan. No ya el cobarde Obama sino hasta el mismo George W. Bush, responsable directo de centenares de miles de muertes en Irak, expresa su “empatía” con la protesta. Las grandes empresas como Twitter, Adidas, Amazon, Target, General Motors, Coca Cola, WalMart, YouTube, Netflix, Nike, IBM, Google, Microsoft, MasterCard, McDonal´s, Starbucks, Warner Brothers, Procter & Gamble, la National Football League y otras, incluyendo bancos como Goldman Sachs, JPMorgan, Chase, Capital One, expresan sus respectos. Solidaria en la repulsa del asesinato de George Floyd, HBO retira de su catálogo Lo que el viento se llevó. Todas esas instituciones que mantienen y perpetúan el dominio del racismo y el imperialismo están trabajando arduamente para cooptar el movimiento con la habitual hipocresía. Si la protesta contra el racismo estableciera los nexos lógicos que la situación requiere, apuntando a la CIA, los crímenes exteriores, el Pentágono, la Reserva Federal o el aparato de propaganda de Hollywood, otro gallo cantaría. Pero incluso si no se llega a nada de todo eso, la situación es relevante.

Se amplía la pelea elitaria

Lo que estamos presenciando en Estados Unidos es una crisis en el seno de la coalición conservadora y plutocrática que domina el país desde hace cuarenta años. La brecha que Trump abrió en el establishment se ha ampliado con las turbulencias de la pandemia y las diferencias de estilo para atajar la protesta ciudadana por la violencia contra los negros. La división del país se ha hecho más evidente. Los ataques contra monumentos, el del Presidente Lincoln, los de generales sudistas, etc., ilustran, en palabras del periodista Carl Berstein, un clima de guerra civil fría.

La hipótesis de que la guerra exterior llegue a casa no es ninguna tontería. “Ahora que vemos claramente que los Antifa (esa escena de las protestas tradicionalmente infiltrada por provocadores) son terroristas, podemos cazarlos como hacemos en Oriente Medio”, ha dicho Matt Gaetz, congresista de Florida. “Si una ciudad o un estado rechaza tomar medidas para defender la vida y la propiedad de sus residentes, desplegaré al ejército y resolveré rápidamente el problema”, amenazó Trump a principios de junio. Claramente anticonstitucional, su mensaje fue cuestionado hasta por altos mandos militares. Es el momento de recordar que contrariamente a lo que suele pensarse, las guerras civiles se producen sobre todo como consecuencia de la división de las elites dirigentes.

Las elecciones presidenciales de noviembre ofrecen terreno propicio para que el conflicto elitario llegue a las manos. Tal como están la calle y los pronósticos de la pandemia para otoño, las elecciones pueden celebrarse -o no celebrarse- en condiciones parecidas a las del estado de sitio y con la división entre estados azules (demócratas) y rojos (republicanos) muy candente. Todo lo que no sea una victoria rotunda de alguno de los dos candidatos, Biden o Trump, puede acelerar mucho las cosas. ¿Cómo reaccionarán los líderes y los ciudadanos de estados republicanos si, por ejemplo, Biden gana la consulta de noviembre por un margen muy ajustado y Trump insiste en que le han robado las elecciones? La pregunta está estos días en boca de no pocos observadores que recuerdan en ese contexto que entre los seguidores de Trump abundan los activistas armados que en abril ya salieron a la calle con banderas confederadas para protestar contra las medidas de aislamiento de la pandemia… El Presidente puede movilizar en su apoyo a toda una armada de militares, miembros de las milicias y ciudadanos ultras armados para mantenerse en el poder.

Lo que pasa en Estados Unidos tiene una enorme fuerza ejemplarizante en el resto del mundo. Las ondas del caso George Floyd han llegado a Europa, Australia, Kenya y Argentina. Como Francia en Europa, Estados Unidos es un país cuyo ejemplo inspira en todo el mundo, y en cualquier caso, independientemente de lo que resulte de la actual protesta ciudadana, podemos constatar que la división interna en Estados Unidos avanza de forma dinámica. Y eso solo significa una cosa: que la tendencia hacia la debilidad en la primera potencia mundial se acelera.

(Publicado en Ctxt)

 

 

19 opiniones en “La pandemia acelera las tendencias”

  1. La división de las élites estadounidenses más bien parece un «todos contra uno». El establecimiento en un bando y Trump en el otro. Por más zafio, maleducado y torpe que sea (o precisamente por esto) no pertenece a ese club.

    La situación del mundo actual es terrible. No se ven soluciones a plazo alguno . Más bien incertidumbre

    Espero siempre sus artículos con avidez.

    Saludos

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  2. Hi ha denominacions de partits, de grups, d’associacions civils o professionals que donen suport a una determinada idea de fer política que son tot el contrari del que ens diu el seu “nou” nom, com si canviant-li poguessin ressorgir d’entre les cendres d’un passat que els desprestigiaria, volen confondre amb les noves formulacions a la gent, fent malabars ben sonants per tornar a tenir una rellevància que se’ls hi negaria si fossin clars.

    Per altra banda, alguns han evolucionat tant cap a babord i d’altres tant cap a estribord que deixen buit de significat les seves definicions del que eren quan van ser fundats, res és el que sembla sinó tot el contrari. Tenim exemples en el nostre país ben curiosos com, Partit socialista obrer,(realment, encara en són socialistes i d’obrers?) o quelcom que s’anomena “unionistes liberals”, dos mots que difícilment poden anar units en política o en economia.
    Sempre em pregunto, com és que juguen al confusionisme…… Serà que els de la seva mura ja ho saben i volen enganxar als que van en surada i així amb un cop d’efecte, de salabret, peix al cove.

    Sempre hem sentit a dir que EE.UU era la pàtria de les llibertats, on tothom podia aspirar a ser allò que volgués sense fer-los falta pertànyer a una elit familiar, com fou en cert temps a la vella Europa, però avui en dia, la família, és l’economia, d’aquest grup q s’anomenen liberals. Curiós nom veritat…on tot és possible, on ni tan sols els governs poden posar fre als seus excessos. Un bon exemple és el Illuminati d’En Trump, ben segur deu remenar informació privilegiada, ell, en deu ser art i part, amb aquests estira becs a què ja ens té acostumats, però que ara van en empopada i a tot drap…… el seu Nou Ordre Mundial, més que mai, en rumb de col·lisió.

    Ja seria hora que acabes aquest ordre i en construíssim un altre sense tenir en compte cap dels tot poderosos il·luminats que fan de les seves a DAVOS.

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  3. Bon dia,
    Em dic Josep Asensio i contacto per aquí perquè no he trobat altres mitjans. Tinc un podcast des de fa poc temps, La Milícia, i m’agradaria entrevistar-te per parlar de temes de geopolítica. Si hi estàs disposat, et pots adreçar a mi al correu josep.asensioa@gmail.com i ho comentem en extens. Gràcies!

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  4. Le agradezco que hable de los Estados Unidos, viví allá unos años y siempre pensé que la comunidad negra era prácticamente la única con una cierta consciencia de clase y voluntad de lucha para cambiar cosas. Si consiguen arrastrar al establishment, es cierto que podrían darse cambios sociales interesantes. Buena falta les hace.

    Paradójicamente, creo que el racismo en USA en la actualidad es particularmente virulento contra los latinos. Digamos que buena parte de la sociedad es consciente de la barbaridad que fue la esclavitud y de que deben un resarcimiento a la comunidad negra. También observé más de una muestra de arrepentimiento hacia los nativos americanos. En cambio, respecto a los últimos en llegar, no hay pudor alguno en mostrar una actitud altiva cuando no directamente insultante. Los latinos (incluidos los latinos de España o Portugal, no así los italianos) hemos venido ilegalmente a robarles el trabajo. Una percepción igual de injusta y deleznable a la que se tiene en España de los magrebíes.

    Ya que ha puesto el ojo en el continente americano, Rafael, no se imagina cuanto me alegraría que algún día escribiera sobre Cuba. Mil gracias una vez más.

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  5. Estimado Rafael. Me surgen 3 preguntas, una de ellas sobre el contexto de las cinco tendencias y dos de ellas sobre la tendencia en la que aquí te concentras.

    1) Estoy de acuerdo en que el contexto más relevante es la crisis del sistema a escala internacional, pero, ¿por qué limitarlo a su aspecto económico («del sistema económico», de la «globalización económica»)? En 2008, en efecto, la crisis estalló manifestándose en lo económico, pero muy pronto, con el auge de las protestas en 2011, puso en la orden del día a escala internacional su determinación político-social y, tras ella, casi de inmediato, su determinación como conflictos entre estados nacionales. En 2018-2019, y ahora con la pandemia, ¿no se reafirma que esas dimensiones, o van juntas o la «situación» se nos evapora?

    2) Sobre el pleito elitario en los EE.UU y su relación con el conflicto político-social (que ya también se puso de manifiesto en 2011), ¿qué es lo que distingue y confronta a esas dos (o más) fracciones de la élite? Su diferencia en la forma de hacer política salta a la vista, pero ¿qué es lo que hace que unos prefieran o necesiten una forma más à la Halcón, y otros más á la Paloma, al tiempo que no vacilan en pactar?

    3) Creo que todo lo anterior se resume en una variante de la pregunta que planteas sobre las protestas sociales, como las de Black Lives Matter y como tantas otras que no dejan de producirse: ¿Llegarán al fondo del asunto? Lo que llamas las «conexiones lógicas» es sin duda un problema, tratándose de una realidad tan compleja que los mismos científicos de punta aún no hallan cómo desenredarla sin enredarse. ¿No será más bien un problema de la experiencia práctica colectiva, como la práctica de la resistencia y de la rebeldía, la que por el momento casi no tiene más recurso para aprender y desarrollarse que la de esas determinaciones de la política-social que llamamos protestas? En cada protesta social, con el paso del tiempo podemos encontrar que algunos sectores suyos quedaron luego asimilados al sistema, pero la conciencia social que se desarrolló con aquella protesta no puede reducirse, ni a la conciencia de los asimilados ni a la de los que no paran de lamentarse por la asimilación de aquéllos.

    Cierto, si el sistema «objetivo» es ya muy complejo, al hacer entrar la conciencia social la complejidad se eleva al cuadrado. Pero, ¿se puede llegar al fondo de la cuestión de otra manera que no sea por el desarrollo de la experiencia práctica de la resistencia y la rebeldía de quienes más se ven amenazados, y más tras cada crisis que se manifiesta en una u otra de sus determinaciones? A mi entender, éste es el compromiso más valioso que podemos mantener.

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  6. Tenia entendido que los republicanos usan el rojo y los demócratas el azul

    Por lo demas completamente de acuerdo

    Gracias

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